miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ya no temo tu verdad



Ya no temo tu verdad, porque se funde en el silencio del alma y agita mi sentir de soledad.

Vi en tus ojos mi suerte, temiendo de tu alma la verdad, tus ojos como espejos de mi propia experiencia, me llevaron por surcos de nobleza y me plagaron de belleza el corazón, como flores que iluminar en la noche sin luna y como el grillo que llena de sonidos el silencio de la paz.

Desde el fin del tiempo y hasta el principio de la verdad, lleno mi centro de ti y me explayo de colores de dulzura que me llegan desde el centro de ti. Mi verdad me hizo la tuya; y la tuya se posó en mí, porque ya no contamos dos, porque tu y yo ya somos uno.

Ya no temo tu verdad... porque tu verdad es la mía.

Mirando al cielo



Mirando al cielo mientras caminaba me pregunté: ¿Son mis pasos el camino?, la respuesta fue mas avasalladora que la pregunta: no hay camino ni pasos, solo hay movimiento.

Creo que nosotros no caminamos hacia algún lugar, solo nos movemos en frecuencias, tan disímiles como distantes, tan absurdas como paralelas. Si trato de seguir un camino, me comporto como un ingenuo temiendo vivir; y si trato de seguir la vibración del universo, busco el surco ya escrito que dejó un viajero; entonces siento en vez de pensar, porque la vida es sentir y no planificar, es vibrar y no imaginar, porque el que imagina su camino presupone que no existe y el que se deja llevar por las vueltas del mundo, vive desde el centro de la naturaleza humana: la fe.

La fe es lo que separa tu verdad de la mía y de la verdad, ella está al centro del hombre y la codicia del sentir aleja toda posibilidad de paz y felicidad, porque solo dejándose llevar con fe se logra la plenitud, solo dejando de buscar se encuentra, solo dejando de pedir se recibe y solo dejando de tener se plaga de abundancia el corazón.

Mirando el cielo...