martes, 30 de diciembre de 2008

La cadena de la vida


Uno a uno van pasando los eslabones de mi vida, de variados colores, de inimaginables sabores, llenos de sensaciones tan nuevas como sorprendentes y plagados de experiencia. Cada uno de ellos representa un provecho que sacarle al destino, un millar de castillos derrumbados o un enorme cúmulo de vivencias para contar, para degustar y para compartir, ya que la vida si no se entrega se pierde en el fulgor de tiempo, por eso, lo que das es de tu propiedad y lo que no, lo pierdes.

Para llegar a este lugar de mi cadena tuve que pasar todos esos capítulos; y sin ellos no tendría la visión actual, que solo me entrega la perspectiva del tiempo, que solo da el recorrido por pasadizos obscuros, callejuelas soñolientas y pasajes de flores. Cada pieza tiene su vital importancia, porque sin noche no hay sol, sin espinas no hay rosas y sin la ausencia no se ve el valor de una caricia, ya que los matices hacen la felicidad y estampan la sabiduría en nosotros.

Cada eslabón que pasé este año representó claramente un cúmulo de conocimiento, un sin fin de experiencia, de matices de locura, de pasajes de dolor, de tardes soleadas y de niños sonriendo.

Al cerrar este ciclo me queda la sensación de plenitud, de que valió la pena, porque ahora soy más grande, más humano, más niño, más simple y más lleno de ti, porque ahora aprendí a sentir, quité una docena de palabras de mi diccionario e incluí otras cuantas, aprendí que no existe nada más poderoso que tenerte, que no existe nada más fuerte que un beso, que nada me llena más de luz que cuando me miras, que uno es permeable al resto del mundo cuando se cubre de amor, que no hay nada mejor para el alma que caminar de tu mano y que cada dolor que pasé fue necesario para avanzar y llegar al lugar que me conecta contigo, porque de eslabón en eslabón, en esta cadena de mi vida, estoy en el que siempre soñé…en un eslabón mío que se cruza con uno tuyo.

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