viernes, 26 de septiembre de 2008

Al teléfono



El, casi recostado sobre su silla, desconectado del mundo a su alrededor y saboreando las palabras que lo conectaban con el pasado, casi asombrado del contacto. Una mano al teléfono y la otra golpeteando el escritorio, reflejo de un cerebro agilizado por los recuerdos y sucumbido por los sonidos memorables. Sintió, visualizó y proyectó imágenes de letras pasadas, de sonidos metafóricos, de instantes desbordados de inspiración transformados en palabras, que parecieran tan lejanos y soñolientos, como trasnochados e inmaduros, vistos desde el hoy.

La risa brotó, se agolparon los sonidos, las palabras atoradas y apretadas por la ausencia, las preguntas suspicaces, las respuestas pobres y la reserva de ahondar en argumentos que ya ni sentido tenían. Era el fin de un ciclo suspendido en el tiempo, como nubes flotando a la espera de ser lluvia, como puerta entreabierta esperando el desenlace que genera su apertura o cierre definitivo, final tan implacable como sólido, proveniente de andares distraídos y olvidos pendientes.

La memoria brillaba, transportación divina, tría de años años al presente y una visión distinta y precavida. Fue un paso necesario; de entrada cosas típicas, de salida una gran duda, comienzo mezquino, final abundante, tan pendiente al parecer ese veremos como aquella vez, pero tan concluyente a su vez como la sabiduría del presente.

Par de consejos, típico despido, se cierra la puerta, él no la abrirá más, ella tampoco, él espera la sorpresa, ella vaga descubriendo caminos nuevos, se completa el circulo, se juntan los mares, se aquietan las aguas.

La puerta se cierra y el ciclo termina, pero los caminos de la duda y los caprichos del recuerdo hacen su jugada...

... él se devuelve, quita el pestillo de la puerta cerrada, cuelga el teléfono y esto aún no acaba...

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