martes, 23 de septiembre de 2008

Fábula del poeta y el inversionista



Al maestro...

El inversionista miraba más de lo que jugaba, observaba, analizaba, como si escarbara el aire en busca de algo que no cuadrara con sus expectativas. Disfrutaba bastante, pero no al máximo, porque tenía un ojo en el juego y el otro en el colchón que lo sostendría si caía, como previendo un desplome y apretando las piernas. Sonreía nervioso, ya que la mitad de su cuerpo sudaba de goce y la otra de riesgo, con esa dualidad media, que da la experiencia, además de la vida meticulosa y conservadora.

El poeta reía a carcajadas, sus manos volaban por la mesa, así como las cartas, como si las puertas del mundo se cerraran para él y nada más fuera certero e importante que lo que estaba al interior de ese círculo, no había atmósfera externa que pudiera cortar ese aire de dicha que flotaba a su alrededor, lo disfrutaba al máximo. Estaba seguro de que los vaivenes del juego eran solo eso, porque era un privilegiado por estar en el momento preciso en ese lugar y los astros se habían conjugado para él, con esa entrega transversal que solo da la vida pasional y sensible.

Las cartas conjugaron la noche y un tercero, que no quiero nombrar, ganó la partida. El aire cambió de color, las cartas ya no eran tan bellas, el mundo entró de golpe derrumbando su muro sobre ambos perdedores, nada sonó, ni el aire generaba suspicacias ni la mesa representaba ya un desafío. Las cartas estaban echadas... y también jugadas. La partida estaba finalizada y con una cabeza y un corazón dolidos.

¿Fue el Poeta o el Inversionista quién disfrutó más el juego?

¿Cual de los dos durmió esa noche?

¿Cual lloró?

¿Cual vivió y cual jugó?

¿Quién es el tercero que no quise nombrar?

¿Por qué es una fábula?

"No será que la vida es una mezcla de poesía y negocios..."

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